Pros y contras de reducir la jornada laboral
Tribuna de opinión de José Lominchar, profesor del Grado en Dirección y Gestión de RRHH, entre otras disciplinas académicas en la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA y el CEF.- Centro de Estudios Financieros, en la que analiza los pros y contras de una redacción de la jornada laboral, y si ello es viable hoy en España.
No estamos ante un debate nuevo, las reivindicaciones, luchas, propuestas para reducir la jornada laboral no son patrimonio de la actualidad; podemos remontarnos a principio de siglo. Ni tampoco hace falta remontarnos tanto en el tiempo. Ya dentro de nuestra democracia el gobierno del presidente Felipe González aprobó en 1982 que la jornada laboral máxima no podía superar las 40 horas semanales.
La decisión de una reducción de jornada sobre el papel es posible, la clave está en la combinación de las variables que esto supone. En este escenario nos encontramos con los sindicatos en su defensa sin ninguna reserva, siguiendo la estela de la misma defensa por sus colegas europeos, y frente a ellos el rechazo de la patronal.
La gran oportunidad para plantear el debate y posible reducción de la jornada servirá si se nos permite abordar las variables comentadas: revisar los procesos productivos y avanzar en la cultura del trabajo no solo presencial (hoy ya es una realidad incuestionable). A nivel mundial casi el 80% de las organizaciones están directa o indirectamente afectadas por modalidades de teletrabajo y casi un 70% de ellas entiende que será una modalidad que continuará tras la Covid-19.
Junto a la revisión de los procesos productivos y la aceptación plena de modelos de teletrabajo o mixtos debemos sumar el trabajo por objetivos para garantizar la viabilidad y rentabilidad de las organizaciones y trabajadores.
¿Cómo repercutirá económicamente todo eso? La variable clave estará en si somos capaces de modernizar el sistema productivo y evitar perder horas efectivas/productivas, es decir, horas de trabajo. La reducción de la jornada laboral debe ser proporcional a la mejora de nuestro sistema productivo. El objetivo no se puede separar: mejorar condiciones laborales y, por lo menos, mantener la rentabilidad o capacidad productiva de las organizaciones; lo contrario será un impacto negativo no solo económicamente sino socialmente.
Es importante ser rigurosos en este planteamiento teniendo en cuenta que hablamos de cambios de profundidad y que deben tener un impacto en la economía y su crecimiento. El empleo y la productividad de una sociedad y su proyección de futuro tanto a nivel económico, laboral y social están en juego.
¿Supondrá esto horas extras no pagadas? Siempre. Todas las horas deben ser pagadas. Una reducción de jornada que garantice la productividad de una organización es perfectamente compatible con la realización de horas extras reconocidas y abonadas, lo contrario sería un retroceso en los derechos del trabajador.
Si se me pregunta qué propuesta es mejor, si trabajar 4 días a la semana o 6 horas de las 24 al día?, y sus respectivos beneficios, diré que la generalización o la única opción no sería la más recomendable. La oportunidad que los diferentes actores sociales sentados en una mesa de negociación o convenio colectivo puedan trabajar en función del sector, actividad, etcétera, debería ser la variable fundamental para gestionar esas teóricas 32 horas semanales.
Con el objetivo de evitar riesgos reales como el de la desigualdad por sectores, ser capaces de garantizar la productividad de las organizaciones, evitar el riesgo de brechas laborales o salariales entre los trabajadores serían algunas de las líneas para observar muy detenidamente en el “Piloto de las 32 horas”. No olvidemos algunas plataformas, como 4suma, que defiende el acortamiento de la semana incluso con las 40 horas en cuatro jornadas.
Si habría beneficios a corto plazo de esta medida, lo cierto es que, de partida podríamos diferenciar el impacto o beneficio de estas medidas en el plano social, económico y laboral, pero, realmente, no recomendamos entender la medida en beneficios parciales.
Sinceramente, no se conoce el impacto que podrá tener globalmente en lo económico, pero partimos de una premisa: la dificultad de hacerlo transversal a todos los sectores productivos; por lo tanto, veremos en el corto plazo su potencial impacto positivo en sectores productivos concretos y esto permitirá una reflexión profunda y la extrapolación a otros sectores productivos.
¿Aumentará la productividad con menos horas de trabajo y el mismo salario? La respuesta debería ser SI, debemos ser capaces de conseguirlo. Esto supondrá una oportunidad real de futuro para nuestra economía: ser competitivos y mejorar las condiciones de nuestra capital laboral.