Cómo elegir un árbitro y cómo combinar las habilidades para dar "confianza" en la resolución de conflictos
Imagen del salón de actos del ICAM al inicio del acto del 17 de febrero.
En el ejercicio de toda actividad profesional se deben armonizar habilidades difusas o softskills con otras más fáciles de medir o hardskills. Como se vio el 17 de febrero en la sede del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM), las primeras "cobran especial importancia a la hora de elaborar un contrato de resolución de conflictos arbitrales". Son palabras de Antonio Amusategui, abogado y árbitro, quien abrió y condujo la jornada sobre cómo debe gestionar el árbitro sus habilidades y los costes que le suponen en su profesión.
Texto y fotografías: Alberto Orellana
El acto contó con la presencia de Nazareth Romero (profesora del CEF.- y copresidenta de la Sección ADR's del ICAM), María Manzano (fundadora de la escuela de coaching Lider-haz-GO!), Elena P. Moreiras (directora de RH Asesores Improving), Sara Pérez (legal contract manager en CAF Signalling), Abdelkader Khalladi (contract affairs director en OHL), Jesús Jiménez (director de Contencioso en Adif) y la participación especial de Harald Sippel (director académico del Instituto de Arbitraje Internacional de Bali, BIAMC) a través de videoconferencia.
Como miembro del CIArb (Instituto de Colegio de Árbitros, por sus siglas en inglés), Amusategui planteó primero por qué la inteligencia que se demanda para gestionar un conflicto "reposa antes en criterios objetivos en lugar de en opiniones o valoraciones personales". Y por qué la inteligencia o energía que se exige al árbitro, que implica "cierta templanza de ánimos", no debe confundirse con ser "condescendiente" con ninguna de las partes. A esta cuestión respondió el profesor del CEF.- Centro de Estudios Financieros y Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA, Manuel Martínez de León.
Especialista en derecho deportivo y procedimiento arbitral por la Asociación Europea de Arbitraje (AEADE), Martínez de León estableció que lo primero es "decidir cómo seleccionamos al árbitro" en cuestión. Para ello él se muestra partidario de una lista de árbitros, que otorga "transparencia al arbitraje y orientación a los usuarios", señaló. Como la AEADE, se trata de ofrecer un catálogo de profesionales del que no puede formar parte cualquiera ni de cualquier forma, explicó el también miembro del CIArb.
Desde su perspectiva docente, el profesor de, entre otros, el Curso de Especialización en Derecho Deportivo, argumentó que lo primero es definir el objeto de estudio. Es decir, antes de elegirlo, hay que tener claro qué es un árbitro. Siguiendo la doctrina del Tribunal Constitucional (223/1993 y el 239/1993), se trata de: "Un particular que por voluntad de las partes es investido de la potestad de decidir de manera de manera definitiva la controversia surgida entre dichas partes". Se trata de un perfil profesional, frente al carácter institucional del juez, que "se busca los temas" entre la competencia de todo mercado.
Y, muy importante, es aquel que "resuelve conflictos". "No imparte justicia", aclaró el docente. Tiene una función declarativa, no ejecutiva. Y debe desarrollar su función gracias a la misma base de toda sociedad democrática: la confianza. Es decir: "El árbitro debe generar la confianza en sí mismo como profesional y en el procedimiento (extrajudicial) para la resolución de conflictos que está llevando a cabo", defendió.
Por ello, el buen árbitro debe tener una serie de cualidades para dar esa confianza en su independencia, imparcialidad y objetividad. Independencia para que no haya "ninguna tacha" de conflicto con respecto a la relación con los abogados de las partes. Imparcialidad, para que tampoco exista respecto a su "sesgo frente al proceso", apuntó Martínez de León. Y objetividad para que, al tomar su decisión (que sí es "legítimamente parcial") no deje de transmitir esa confianza, desgranó el especialista.
De entre esas habilidades para reforzar la credibilidad y buena praxis del árbitro, Harald Sippel destacó la importancia de ser "buen gestor del proceso". Como si de un producto se tratase, el árbitro tiene que ser capaz de "no perder el control durante la resolución del conflicto", afirmó. Paradójicamente, para ello es conveniente no centrarse sólo en ese proceso, como desarrolló Sippel. "Eso sería un error".
La clave es "adaptarse o morir", sentenció. Como director académico del Instituto de arbitraje internacional de Bali (BIAMC), trasladó cuál es su manera de actuar: "Nos centramos en la formación, en desarrollar lo que puedes hacer para ser mejor. Ser neutral cuando hay que serlo y mediar o tomar una decisión legitimada cuando se arbitra".